viernes, 11 de septiembre de 2015

Pequeñas violencias nuestras de cada día

Con los acontecimientos de las últimas semanas, sobre el pequeño Aylan muerto en una playa turca, muchos padres y madres se pusieron en los lugares de ese padre que perdió a su familia. Personalmente lloré y me sentí desconsolada. Pedí perdón a Dios, a la vida, porque todos nosotros, hombres y mujeres que estamos en este planeta, de alguna manera perpetuamos y ejercemos las pequeñas o grandes violencias en nuestro día a día.  Quise escribir este texto para que nos demos cuenta de que nuestros actos continúan alimentando la guerra: la intolerancia, el irrespeto, el machismo, el racismo, la desigualdad. Quien sabe y ya hayan parado de leer por acá y piensen, no, si yo no soy racista, ni machista y mucho menos intolerante! Pero… ¿será que no somos, en verdad?

Empecemos a abrir los ojos un poco: Intolerancia es, por ejemplo, pensar que los homosexuales no tienen derecho a casarse ni a formar una familia, porque Dios no nos hizo así; pensar que los homosexuales no deberían adoptar un niño porque va contra la institución de la familia ¿Es mejor que un niño crezca en las calles en vez de ser amparado por una familia homosexual, que le dará educación, amor, una oportunidad de ser feliz? ¿Si mi hijo fuera homosexual, lo desterraría de mi casa y de mi corazón?
Y que tal criticar a nuestros vecinos porque son protestantes, o judíos, o católicos, budistas, ateos, etc, etc… Cada religión es sagrada, no se toca, no se invade a la gente queriendo cambiar sus creencias, haciéndoles creer que están equivocados. La percepción de Dios es única, el ser humano ya vino con un derecho propio: el libre albedrío. Respetemos.

¿Cómo son recibidos nuestros hijos al nacer? ¡Con actos de violencia! Justo acaban de nacer y los médicos le cortan precozmente su cordón umbilical, negándole el precioso oxígeno que todavía necesitan para terminar de adaptar sus pulmones al aire que lo mantendrá vivo de ahora en adelante. Sus ojitos, que no han visto nunca la luz reciben de bienvenida unas gotas ardientes, para prevenir que las enfermedades venéreas de la madre lo dejen ciego, ¿será que todas las madres tienen enfermedades venéreas?  Un bebé llega a este mundo y antes de ser entregado a su mamá, los médicos y enfermeras ya le están metiendo tubos y mangueras por su nariz, boca y ano, para aspirarlo! Antes de que toque el seno de su madre, el bebé llora de frio y es inyectado por vacunas, medido, pesado, todo lo que no necesita! Vaya bienvenida. Vaya día tan especial el de tu nacimiento. Somos recibidos con violencia, y la seguimos perpetuando día tras día… “Ah, pero son sólo unos minutos, ya pasa y va estar bien…“, dicen algunos. Hace poco escuché un relato triste de un nacimiento que no pudo darse en las condiciones que la madre quería, parto normal, y terminó en una cesárea. Había meconio y cuando el médico sacó al bebé las primeras palabras de bienvenida al pequeño fueron: “¿para esto quieren ustedes un parto normal? ¿Este bebé nació en medio de la mierda!”… con unas palabras tan lindas y calurosas del ser que te sacó de la barriguita de tu mami para salvarte la vida, seguro veremos la vida color de rosa, ¿cierto?

Si veo a un negro venir por la acera con una capucha negra, ¿voy a pensar que me va a robar? ¿Me agrada más si veo a ese negro vestido de blanco o con un traje y corbata? ¿Pienso que las negras se ven más lindas de pelo liso y no con sus crespos naturales, que deben negar sus raíces y sentir odio y vergüenza ya que no tienen el pelo de las blancas? “uy, me tienen trabajando como negro!”, decimos cuando llevamos grandes jornadas laborales, haciendo alusión a la esclavitud. “Esa es la oveja negra de la familia”, cuando decimos que algún miembro se salió del estándar esperado… Esas pequeñas incomodidades y expresiones nos indican que somos racistas. Aunque no nos demos cuenta! Porque ya está tan instaurado en nuestra cultura este tipo de comportamiento, que nos parece normal. Si no queremos serlo, pues entonces a hacernos más conscientes de la forma en que hablamos y actuamos!

¿Cómo sigo perpetuando las prácticas machistas en mi hogar? Cuando la madre no trabaja y se dedica a cuidar a los hijos, llega el padre cansado de trabajar y a recibir la comidita caliente, como tuvo un día muy agitado, es mejor descansar frente al tv y que la madre alimente a los hijos, los bañe y los duerma. ¿Y el día agitado de la madre qué? ¿Acaso los hijos no tienen un padre que debe repartirse responsabilidades? ¿Ser el proveedor financiero le da más derechos al hombre que a la mujer? ¿Nuestros hijos están aprendiendo sobre igualdad en nuestra familia? ¿La paternidad activa no es un derecho de los niños? Y si la madre trabaja y llega cansada a casa, ¿será que se va a tirar frente al tv a ver la novela, mientras el padre le sirve la comida y alimenta a los hijos, los baña y los duerme?¿ Esa madre no debe estar siempre bella, dispuesta y feliz a ser la mujer deseable por su marido, la amiga incondicional y la madre perfecta?

¿Estamos respetando a nuestros hijos en sus procesos de aprendizaje y crecimiento? ¿Creo que mi hijo me desafía y es un monstruo porque le digo NO, y no me hace caso? ¿Lo castigo por desobediente? Si a un pequeño que está aprendiendo sobre límites la persona que más lo ama y a quien él más ama, lo castiga y le da palmadas, es obvio que va a crecer con un sentimiento de que quien lo ama lo lastima, y la violencia en su vida va a ser normal. La opción para educar a un niño con límites, sin violencia, sin castigo, sin recompensas y con una conciencia es con la disciplina positiva y la crianzacon apego.

Podemos cambiar el mundo poniendo nuestro granito de arena. Nuestros hijos son nuestros mayores maestros y por ellos nos debemos esforzar para ser mejores cada día. Entender que somos humanos y tenemos defectos y reconocer cuando nos equivocamos es el primer gran paso. ¿Queremos hijos felices, buenos, honestos y libres? ¿O queremos psicópatas, intolerantes y agresores? No sigamos perpetuando el dolor en el mundo con nuestros pequeños actos violentos, que seguramente están inconscientes en nosotros, porque la sociedad entera, la cultura que siempre vimos nos ha enseñado eso.

Para cerrar, dejo la linda oración de San Francisco de Asis, llena de sabiduría y amor:

Señor, hazme un instrumento de tu paz
Que donde haya odio, siembre yo amor
Donde haya injuria, perdón
Donde haya duda, fe
Donde haya desesperación, esperanza
Donde haya sombra, luz
Donde haya tristeza, alegría
Oh Divino Maestro!
Concédeme que no busque ser consolado sino consolar
Que no busque ser comprendido sino comprender
Que no busque ser amado sino amar
Porque dando, recibo
Perdonando es como Tú me perdonas
Y muriendo en TI nazco para la vida eterna
Amén

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